Durante este verano me enteré de la existencia del libro de Gotzche sobre el papel de la industria del medicamento en nuestra sociedad. Antes de leerlo creía que iba a ser alguna de esas otras publicaciones sobre el tema en el que se hace un recopilatorio de noticias negativas sobre la industria farmacéutica que hayan aparecido en el último año. Finalmente me decidí a comprar el libro en inglés, debido al CV del autor. Gotzche fue director de la Biblioteca Cochrane de los países nórdicos durante los últimos años. A su vez, también trabajó varios años para la industría, por lo que cierto conocimiento tiene sobre el tema.
No he acabado con el libro, pero considero que es una lectura totalmente recomendable, tanto para aquellos metidos en el tema de la evaluación de medicamentos, como aquellos que tengan curiosidad sobre el tema.
Todos somos concientes de que la industria farmacéutica no es una hermanita de la caridad, pero también sabemos que en varios casos han producido novedades terapéuticas de gran importancia para la ciencia médica. No obstante, a lo largo del libro se van desgranando diversos problemas que ocurren en la actualidad y que quizá no tengamos tan interiorizados y para los que quizá nos tendríamos que posicionar:
– financiación de las agencias reguladoras por parte de la industria: puede no haber imparcialidad.
– aprovación exprés de algunos fármacos con dudoso seguimiento postcomercialización.
– aprovación de artículos de algunos estudios en algunas revistas en base a la compra de impresiones posteriores de dicho artículo. 
– sociedades médicas llenas de médicos con conflictos de interés (frecuentemente no declarados)
– educación médica financiada por la industria
Creo que ni la industria es ni tan mala ni tan buena como algunos dicen. No obstante, hay ciertos aspectos que creo que exigirian una actuación por parte de las autoridades competentes. Es necesaria la existencia de sociedades médicas sin conflictos de interés, agencias evaluadoras financiadas de forma independiente. El objetivo tiene que ser el paciente, y limitar los intereses industriales en el momento de tomar decisiones. Así mismo, es necesaria más transparencia de los estudios, facilitando el acceso a los datos. Y por último habría que realizar acciones para mejorar la farmacovigilancia y la comunicación de efectos adversos. 
La verdad, si tenéis tiempo y ganas creo que es un libro totalmente recomendable, tanto por la experiencia del autor como por la posibilidad de obtener un nuevo punto de vista con el que ampliar nuestros conocimientos.

Os dejo un enlace a un artículo-editorial publicado en Atención Primaria.